Hay
acontecimientos que no por esperados son menos dolorosos.
Al enterarme
de la muerte de un caballista-vaquero, conocido entre la familia del caballo como
el Moro, he sentido un desgarro en mi alma de aficionado mundo ecuestre, que me
ha empujado a escribir estas cuatro letras:
1º. Como reconocimiento a quien fuera gran
jinete y mejor persona
2º. Para dar rienda suelta a la rabia que uno
siente, a veces, por lo injusta que es la vida y por los marronazos que pega el
destino
A favor de
querencia, recordaba, escuchando, Puerta del Príncipe de Manolo Sanlúcar. Puerta, por cierto, a la que estoy
seguro vinieron a esperarte, para cruzarla contigo a galope
corto, todos los jinetes a los que admiraste a lo largo de tu vida y que como
tú ya nos dejaron. Recordaba, repito, una de las primeras veces que hablé contigo,
en un paraje campero por excelencia, en el territorio del miedo, donde las
confesiones suenan a echadas con voltereta, el lugar era nada más y nada menos
que la antesala del miedo, el prao de donde salen los toros que se van a correr en el encierro de Fuenteguinaldo. Con una entereza propia de la gente curtida
por el rigor del campo y que me impactó, me dijiste que posiblemente fuera el
último encierro de tu vida, ante mi amago de media vuelta sobre los pies, ¡supongo! Me explicaste el motivo. A lo que yo te respondí que no aflojaras el paso, que hasta los peores caballos
se arreglan y que seguro seguiríamos viéndonos en aquellos trances muchos años más,
y así fue durante algún tiempo. Después dejamos de vernos, pero siempre pensé
que era por mis últimas ausencias, no por lo implacable del destino. Hoy estoy
seguro que donde quiera que estés seguirás corriendo encierros. ¡Porque fuiste
un hombre valiente JOSÉ!
Además, espero
porque no puede ser de otra manera, que intercedas por nosotros los encerraores
y empujes por derecho, metiendo los riñones para que los encierros de tu tierra
no decaigan y vayan cada vez a más, como los buenos jacos que siempre hemos
anhelao.
¡QUE DIOS TE TENGA EN SU GLORIA!
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